Melina Spinetta

«Descubrí que para imaginar mundos no había límites y que era posible dibujarlos»

El primer acercamiento a la arquitectura como disciplina fue a mis 7 años de edad en la casa de mis abuelos. Habían desplegado sobre la mesa del comedor los planos del proyecto de una casa en el campo.
A pesar de que esa versión nunca fue construida, puedo recordar cada ambiente, la inclinación del techo, algunos detalles, los colores del plano. Ese momento fue un Big-Bang en mi vida: descubrir que para imaginar mundos no había límites y que era posible dibujarlo. No recuerdo si fue ese mismo día o varios después, dibujé en la servilleta de papel del lugar donde almorzamos “mi casa en el árbol”. Un espacio ortogonal atravesado por un semicírculo que alojaba el tronco de un árbol de eucaliptus. Ese día decidí ser arquitecta…aunque lo supe muchos años después.

Casa entre árboles – Barrio Puerto Paraíso – General Lagos – Santa Fe
Con CMS arquitectas – Año 2017 – Fotografía: Walter Salcedo

Crecí en un pequeño pueblo del Sur de la Provincia de Santa Fe típico de la llanura pampeana. Con cuadrícula parcelaria de 100m, una plaza central alrededor de la cual se ubican los edificios principales y la traza ferroviaria que corta la cuadrícula en dos, otorgándole un frente y un detrás: el pueblo y “atrás de la vía”. Esta definición urbana consolidada, de no más de 10 x 8 manzanas se va desmembrando hasta fundirse con los lotes sembrados. En el medio, cruzando o delimitando, siempre grupos de árboles, muchos eucaliptus, algunos pinos y álamos.

Las calles de mi pueblo. Al fondo la plaza principal. A la derecha, la casa de mis abuelos.Fotografía Walter Salcedo.

La libertad de mi niñez tuvo que ver con estos espacios de árboles y contacto con la naturaleza, fuente inagotable de imaginación y creatividad. Mi primera idea de espacio eran los delimitados por los árboles. Eran los lugares para jugar: cuevas, chozas, casa en el árbol, pistas de bici-cross. Los recorridos intrincados de las ramas de los árboles eran oportunidades únicas para treparlos y vencerlos en el sentido de encontrarle la manera de escalarlo. Los troncos caídos por las tormentas eran los mejores, ya que tenía mayor superficie horizontal para recorrerlo; al mismo tiempo, eran muros que delimitaban los espacios de juego.

Casa en San Luis – Barrio Los Quebrachos – San Luis – Años 2015/2016
Anteproyecto: con Arq. Leonardo Donati – Proyecto: con CMS arquitectas – Fotografía: Walter Salcedo

No recuerdo ni los nombres ni los rostros de las personas de mi pueblo, pero sí recuerdo las veredas. Dónde había un salto o rampita para salvar las diferencias de altura, dónde eran de baldosas, dónde de ladrillos puestos de cara cruzados de dos en dos; algunas veredas eran simplemente de cemento con grietas donde asomaban yuyos y cuya línea en el piso no se pisaba nunca!

Casa en esquina – Hughes – Santa Fe – Año 2004 – Fotografía: Walter Salcedo

Todas las casas imaginadas tenían patio y vereda, y daban a la calle de un espacio urbano también imaginario, pero que era el mío: con árboles frutales y flores, con plazas y parques, con un horizonte siempre visible y el campo como límite. Con los recorridos en bici, tardes de mate y amigos, la casa de mi abuela y sus rosales, mis primeros amores. Con la fresca de las noches de verano, la escarcha en invierno y las tormentas en un cielo gris plomo siempre tan reales; casi inevitables, pero imprescindibles.

En mi trabajo cotidiano, los dibujos o croquis permiten el origen de las ideas. Marcan los primeros trazos de un proyecto, y se mezclan las escalas y dimensiones en una misma hoja. La mayoría de las veces, estas ideas aparecen en los sueños y es muy común para mí dibujar en la cama, al despertar o acostarme. Así como salen, desprolijos y torcidos, no son un fin en sí mismos, sino una herramienta para pensar el proyecto, probar algunas ideas, confirmar o descartar otras. También muchas veces reafirman las decisiones adoptadas. Forman parte del proceso de diseño, para luego pasar en limpio mediante medios digitales.

Fotos de las últimas hojas del cuaderno de croquis
Enero 2019

La llegada a Rosario para estudiar arquitectura fue explosivamente liberador en mi vida. Dejar atrás el entorno familiar y los lugares conocidos. Fueron años de estreno de las propias decisiones, de armar la vida, de cauce, de identidad.
El ingreso al mundo de la arquitectura cambió mi mirada: pasé de ser sonámbula por las calles a atenta espectadora de lo urbano. Viajar en bondi era una oportunidad de ver mucho en poco tiempo: fachadas, remates, edificios grandes y pequeños pasando a gran velocidad.
Rosario que es la ciudad que me adoptó y elegí vivir, está construida por pedacitos. Los lotes de 8.66m de frente definen edificios sobre el límite.
Cada tanto, encontras ingresos y recesos de muros, con algún jardín delantero, algún fondo verde, con un pasillo que lleva a otros ingresos, una reja que deja entrever un patio. Todo eso es posible tenerlo en una sola cuadra, de cada una de las manzanas de Rosario. Encanto particular tienen los centros de manzana como un Tetris en tres dimensiones, como resabios libres por donde se cuela el verde y el sol.
Rosario además tiene una relación con sus espacios públicos muy fluida e inclusiva. La relación con el río y sus plazas y parques, está naturalizada por lo cercano y accesible, porque está incorporado en la cultura ciudadana. El rosarino camina su ciudad, visita los eventos culturales, tiene vida de parque y río.
En los proyectos de edificios insertos en la trama urbana del macrocentro de Rosario, hay un intento por rescatar esta identidad rosarina con proyectos acordes, no disruptivos, en relación con el espacio público y con sus centros de manzanas. Por ello,es fundamental que tengan buena iluminación y ventilación corrida, ventanas a patios verdes, vínculo visual con el espacio público, plantas bajas libres. En cuanto a la materialidad, la cuestión de la sustentabilidad es prioritaria: materiales nobles que impliquen bajo mantenimiento, buena durabilidad y envejecimiento digno.
La búsqueda de una autenticidad en el sentido de evitar pretensiones formales que desentonen, es el camino elegido.

Este cúmulo de experiencias, libre de preconceptos, es mi bagaje para la arquitectura. Mi inspiración y mis anhelos. La brújula que me lleva a destino.
Los proyectos no son para mí objeto-escultura, ni tampoco especulaciones materiales o elucubraciones formales/funcionales. Intento captar y lograr experiencias, modos de habitar que tienen que ver con disfrutar el sosiego de un patio fresco rodeados de plantas, un ingreso de luz que ilumine el ambiente, un recorte de cielo a través de una ventana, un sector íntimo de recogimiento para el descanso, una mesada-isla generosa para cocinar, ambientes que inviten al encuentro con los otros.
Espacios que trasmitan sensaciones y permitan las emociones, en donde el centro del interés esté puesto en la persona que lo habite y no en algo externo a ella. Que las experiencias simples de vivir -como el descanso, el encuentro con otros, el disfrutar de la lectura o de cocinar, entre otros- tengan lugar.
Las premisas principales que originan las primeras ideas tienen que ver con el sitio natural, el terreno particular, la ubicación regional, la tradición y cultura del lugar, las orientaciones, las visuales que interesen rescatar en el proyecto, y con sus ocupantes, sus anhelos e historias.
De todas estas cuestiones, surge el proyecto. La forma viene después y es el resultado de la puesta en relación y confluencia de estas búsquedas, y no al revés.
Me interesa cada vez más un tipo de arquitectura autobiográfica, en el sentido de intentar plasmar, deliberadamente o no, lo que considero importante en la vida y que me formó como arquitecta: recuperar la esencia de las tardes de siesta de pueblo, el ruido del viento en los árboles, el silencio del campo, el sol tamizado por el verde de las enredaderas. A la sencillez de una casa en el árbol, al disfrute que daban los juegos en la niñez, al cobijo de ese hogar de amor.

(1) Edificio Alvear 587 en obra, Rosario, 2017/2018, Con CMS arquitectas – ph. propia autoría
(2) Reforma Casa Balcarce 1125, Rosario, 2011, ph. Walter Salcedo
(3) Patio a la calle casa en esquina, Hughes, Santa Fe, 2004, ph. propia autoría
(4) Casa en Palos Verdes, Rosario, 2018, Con CMS arquitectas, ph. Walter Salcedo
(5) Casa en San Luis, Barrio Los Quebrachos, San Luis, 2015/2016 – Anteproyecto con Arq. Leonardo Donati, Proyecto con CMS arquitectas, ph. Walter Salcedo
(6) Ídem (2)

(7) Edificio Alvear 587, Rosario, 2017/2018, con CMS arquitectas, ph. Walter Salcedo
(8) Edificio San Lorenzo 2401, Rosario, 2011/2012, con CMS arquitectas ph.Walter Salcedo
(9) Edificio Suipacha 86, Rosario, 2014/2015, con CMS arquitectas, ph. Walter Salcedo
(10) Ingreso y escalera acceso departamentos, Ídem (9), ph. Walter Salcedo
(11) Palieres y balcones, Ídem (9), ph. Walter Salcedo
(12) Planta baja libre, Ídem(9), ph Walter Salcedo
(13) Patio y contrafachada, Ídem (7), ph. propia autoría en obra

(14) Casa entre árboles – Barrio Puerto Paraíso, General Lagos, Santa Fe – Con CMS arquitectas, 2017, ph Walter Salcedo
(15) Casa en San Luis – Barrio Los Quebrachos – San Luis – Años 2015/2016 – Anteproyecto: con Arq. Leonardo Donati – Proyecto: con CMS arquitectas – Fotografía: Walter Salcedo
(16) Casa en Palos Verdes – Rosario – Año 2018 – Con CMS arquitectas – Fotografía Walter Salcedo
(17) Ídem (16)
(18) Ídem (15)
(19) Ídem (14)
(20) Ídem (14)

Melina Spinetta
Arquitecta graduada de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario (FAPYD – UNR) en el año 2001, con medalla de honor 5º mejor promedio.
En los primeros años, ha realizado trabajos relacionados con el Planeamiento Urbano, trabajando como pasante por concurso en la Dirección General del Plan Director, Secretaría de Planeamiento Urbano de la Municipalidad de Rosario. En el año 2000, obtuvo mención especial al “Plan de Ordenamiento Urbano de la localidad de Hughes, Santa Fe” en el Taller Internacional de Urbanística Latinoamericana (TIUL), formando parte de la exposición internacional sobre Urbanística Latinoamericana en la ciudad de Madrid.Durante el año 2002, formó parte del equipo de proyecto del “Plan de Ordenamiento Urbano de la ciudad de Victoria, Entre Ríos”, junto con el arquitecto suizo Luigi Snozzi.
Ha realizado colaboraciones ad-honorem en equipos de investigación “Ermete De Lorenzi” y en el “Equipo para el Estudio de la Vivienda (EPEV)” en la FAPyD, UNR.
Ha realizado además adscripciones a la docencia en la Cátedra Davidovich de Proyecto Arquitectónico, y en la Cátedra Rois de Introducción a la Arquitectura y Análisis Proyectual, ambos de la FAPyD, UNR.
Ha cursado el Postgrado de Arquitectura y Tecnologías en la Universidad Torcuato Di Tella, Bs.As.
A partir del año 2003, luego de realizar colaboraciones con otros arquitectos, comienza a trabajar como profesional independiente abriendo su estudio en la ciudad de Rosario, realizando proyectos y obras de diferentes escalas en localidades del sur de la Provincia de Santa Fe y en Rosario.
En el año 2007, se asocia con dos arquitectas Paula Matiasevich y Diana Chiatello, conformando el estudio CMS arquitectas, que se dedica al proyecto y dirección de obras, reformas y ampliaciones.
A partir del primer edificio en propiedad horizontal autogestionado, en sociedad con el estudio contable-impositivo Pelle & asociados se dedican a la construcción de edificios bajo la modalidad Fideicomiso, abarcando todas las áreas: inmobiliaria, comercial, proyecto, dirección de obra y administración.
En la actualidad, el estudio se dedica al proyecto y dirección de obras no solamente de edificios de viviendas, sino también de obras más chicas como viviendas unifamiliares para clientes particulares, obteniendo numerosos premios y distinciones tanto nacionales como provinciales.
Las obras construidas han sido publicadas en revistas especializadas (como Summa, Clarín Arquitectura, publicaciones del CAPSF), páginas digitales de arquitectura (como Arqa, Archdaily, etc), en programas televisivos sobre arquitectura y han participado del Open House Rosario 2018, siendo visitadas por numerosas personas en los recorridos arquitectónicos y culturales propuestos.
Ha participado en concursos provinciales y nacionales, obteniendo el primer premio en el Concurso Provincial de la Cámara de Farmacias de la Provincia de Santa Fe.
En los últimos años, ha sido invitada como disertante en la Cátedra Rois (FAPyD, UNR), en el 2ºciclo “Distendidos” (Rosario), en el “Ciclo de mujeres arquitectas” organizado por la cátedra optativa “Mujer, Arquitectura y Ciudad” (FAPyD, UNR) y en el Ciclo Obra construida del CAD Distrito 3 (Venado Tuerto). Ha participado además en las Críticas Finales de trabajos de alumnos en diferentes cátedras de la FAPyD, UNR y de la UAI.

Il primo approccio all’architettura come disciplina fu ai miei sette anni, nella casa dei miei nonni. Quel giorno, avevano predisposto sul tavolo dei disegni per costruire una casa in campagna. Anche se quella casa non è stata mai costruita, posso ricordare ogni immagine, la distribuzione interna, l’inclinazione del tetto, alcuni dettagli, i colori dei disegni. Quel momento è stato come un Big Bang nella mia vita: scoprire che per immaginare mondi non c’erano limiti e che era possibile disegnarli.
Non ricordo se fu lo stesso giorno o più tardi, disegnai su un tovagliolo di carta bianca «la mia casa sull’albero». Uno spazio ortogonale attraversato da un semicerchio che ospitava il tronco di un albero di eucalipto: quel giorno decisi di diventare un architetto … sebbene lo sapessi molti anni dopo.
Sono cresciuta in una piccola città nel sud della provincia di Santa Fe, tipica cittadina della Pampa. Con una grilla urbana di cento metri x cento metri, una piazza centrale attorno alla quale si trovano gli edifici principali. La ferrovia taglia in due la griglia, definendo un fronte e un dietro: la città da una parte e «dietro la ferrovia»dall’altra. Il paese non arriva a più di dieci, otto isolati e si scioglie lentamente fino a confondersi con le piantagioni circondanti.
Nel mezzo, facendo da limite, ci sono sempre dei gruppi di alberi, molti eucalipti, alcuni pini e pioppi.
La libertà della mia infanzia ha a che fare con questi spazi con alberi e con la natura, fonte inesauribile d’immaginazione e creatività. La mia prima idea di spazio era quella delimitata dagli alberi. Erano i posti in cui giocare: grotte, capanne, case sull’albero, piste da cross. La rete intricata dei rami degli alberi era una opportunità unica per salire e sconfiggerla nel senso di trovare un modo per arrampicarsi. I tronchi caduti dalle tempeste erano i migliori, c’era una maggiore superficie orizzontale da attraversare; allo stesso tempo, erano muri che delimitavano gli spazi del gioco.

Non ricordo i nomi o i volti della gente della mia città, ma ricordo i marciapiedi. Con un salto o una salita per salvare le differenze di quota, di piastrelle o di mattoni incrociati due a due, o semplicemente di cemento con delle crepe in cui apparivano le erbacce.
Tutte le case che immaginavo avevano un cortile e un marciapiede, affacciate sulla strada, uno spazio urbano immaginario tutto mio: con alberi da frutto e fiori, con piazze e parchi, con un orizzonte sempre visibile e la campagna come limite. Le gite in bicicletta, «mate» e amici, la casa di mia nonna e le sue rose, i miei primi amori. Con il fresco delle notti estive, il gelo in inverno e le tempeste in un cielo grigio che sono sempre così reali, quasi inevitabile ma essenziale.
Nel mio lavoro quotidiano, i disegni, gli schizzi consentono l’origine delle idee. Segnano i primi tratti di un progetto, a scala e dimensioni diverse che si mescolano nello stesso foglio. In generale, queste idee appaiono nei miei sogni ed è molto comune per me disegnare a letto, quando mi sveglio o quando vado a dormire. Appaiono disordinati e storti, non sono un fine a se stessi, ma uno strumento per pensare al progetto, provare alcune idee, confermare o scartare altri. Inoltre, spesso affermano le decisioni prese, fanno parte del processo di progettazione.
L’arrivo a Rosario per studiare architettura fu un cambio liberatorio esplosivo nella mia vita. Lasciare dietro gli ambienti familiari, i luoghi familiari. Gli anni delle prime decisioni, costruire la vita, l’identità.
L’ingresso al mondo dell’architettura cambia il mio sguardo: sono passata dall’essere uno zombi per le strade a un’attenta osservatrice della città. Viaggiare in autobus è stata l’occasione per vedere molto in poco tempo: le facciate, le cornice, i grandi e i piccoli palazzi che passavano di fronte al mio finestrino a gran velocità.
Rosario, la città che mi ha adottato e dove ho scelto di vivere, è costruita a pezzi. I lotti di 8,66 m di fronte definiscono un limite di facciate. Ogni tanto, trovi recessi di mura con un giardino anteriore, uno cortile verde, un corridoio che porta ad altre case, una inferriata che ti permette di vedere un patio. Tutto ciò è possibile averlo in ogni fronte di ciascuno dei blocchi di Rosario. Particolare fascino sono i «centro de manzana» (l’interno del blocco di 100x100m.) come un Tetris in tre dimensioni, come tracce libere attraverso le quali il verde e il sole si insinuano.
Rosario ha anche una relazione molto fluida e inclusiva con i suoi spazi pubblici. Ha un rapporto naturale con il fiume, con le sue piazze e parchi, perché è intrinseca alla cultura dei cittadini. «Il Rosarino» cammina per la sua città, visita eventi culturali, vive il parco e il fiume.
Nei progetti di palazzi inseriti nel tessuto urbano del macrocentro di Rosario c’è un tentativo di salvare questa identità de Rosario con progetti che la sostengono, che stabiliscano relazioni tra lo spazio pubblico e i «centros de manzanas». Pertanto, è essenziale che abbiano una buona illuminazione e ventilazione, finestre con cortili verdi, collegamenti visivi allo spazio pubblico, piani terra liberi. In termini di materialità, la questione della sostenibilità è una priorità: materiali nobili con bassa manutenzione, buona durata e buon invecchiamento.
La ricerca di un’autenticità evitando pretese formali è il percorso scelto.
Questo accumulo di esperienze, privo di preconcetti, è il mio bagaglio per l’architettura. La mia ispirazione e i miei desideri. La bussola che mi porta al destino: i progetti non sono per me oggetto-scultura, né speculazioni materiali o discussioni tra forma e funzione. Cerco di catturare e realizzare esperienze, modi di vivere che hanno a che fare con la tranquillità di un cortile circondato da piante, con la luce che illumina l’ambiente, un ritaglio di cielo attraverso una finestra, un posto raccolto dove rilassarsi , una cucina generosa, ambienti che invitano all’incontro con gli altri.
Spazi che trasmettono sensazioni e permettono emozioni, dove il centro di interesse è posto nella persona che lo abita e non in qualcosa di esterno ad esso. Che le semplici esperienze di vita – come il riposo, l’incontro con gli altri, il piacere di leggere o cucinare, tra gli altri – abbiano luogo.
Le premesse principali che originano le prime idee hanno a che fare con il sito naturale, il terreno in particolare, la tradizione e la cultura del luogo, gli orientamenti, le visuali a privilegiare e le persone che ci abiteranno, i loro desideri e le loro storie.
Il progetto si prefigura attraverso tutte queste premesse. La forma viene dopo ed è il risultato del rapporto e della confluenza di queste ricerche, e non il contrario. Sono sempre più interessata a un tipo di architettura autobiografica, nel senso di tentare di esprimere, deliberatamente o meno, ciò che considero importante nella vita e che mi ha plasmato come architetto: recuperando l’essenza dei pomeriggi, il rumore di vento tra gli alberi, il silenzio del campo, il sole setacciato dal verde delle viti. Alla semplicità di una casa nell’albero, al godimento che i giochi davano nell’infanzia, al riparo di quella casa amorevole.

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